domingo, 16 de junio de 2013

MILENIO DE GRANADA


                       Breve historia de Granada
 
Fueron los ziríes quienes en el siglo XI trasladaron la capital de "Medina Elvira" («Ciudad Elvira») hasta "Medina Garnata". La etimología del topónimo es muy discutida, y podría provenir tanto del árabe (Gar-anat, colina de peregrinos) como incluso del latín (granatum, granado).
Poblada desde tiempos íberos (siglo VIII adC) al parecer con el nombre de "Ilturir", tiene contacto con la cultura de Tartessos y con los pueblos bastetanos. Se conservan restos de murallas defensivas del siglo VI adC del asentamiento que cambió su nombre por "Iliberri", que se mantiene hasta su sumisión a los romanos en 193 adC. Los romanos la llaman "Iliberia".
Iliberis fue fundada amurallada, sobre tierra no ocupada hasta esa fecha, por clientes y parientes de nativos de la costa que convivían con fenicios en Sexi, está a dos jornadas del mar en el camino de Linares, tras cruzar el río Genil, de imprevisible caudal, que era el gran obstáculo de la ruta. Vivía de surtir de mercadería indígena la costa afeniciada.
La ciudad forma parte del Reino Visigodo de Toledo hasta que en el 711 Táriq somete Iliberis. En el 713 Abdelaziz conquista definitivamente el territorio después de sofocar una rebelión. En el 740 hay una rebelión de los bereberes africanos. Tropas sirias acuden a luchar contra ellos. En la península consiguen vencer los sirios. Se les otorgan tierras en varios lugares, entre otros en Elvira.
Fue un importante centro urbano de al-Ándalus, formó parte del Califato de Córdoba integrada en la cora de Elvira, con capital en "Madina Ilbira" o de "Elvira" a diez kilómetros de la verdadera Iliberis. Con la llegada de los ziríes en el siglo XI, se retraslada la capitalidad desde Medina Elvira —en el llano de Atarfe— hasta su primitiva ubicación junto a "Garnata al jaud" —que era lo que quedaba de la antigua Iliberis, un barrio judío ubicado en la salida sur y con infraestructura hidráulica romana— o sea en la cima del Albaicín. Posteriormente se ocupó la ladera por bereberes, después el piedemonte por la clase pudiente y después los altos del Albaicín por los refugiados andalusíes. El Realejo siguió siendo judería hasta los cristianos, a pesar de varias matanzas que soportaron.
Ya desde el siglo XIII se describe a Granada como ciudad de conocimiento y de gran belleza. Al-Saqundi hablando de la ciudad nos dice que: «Granada es pasto de los ojos, elevación de las almas»; Ibn Yuzayy por su parte comenta que: «no tiene sentido prodigarse hablando de una ciudad tan renombrada»; y describiendo las construcciones de la Alhambra Ibn al-Jatib dice que: «deslumbran los ojos y asombran las inteligencias». Al-Basit habla de Granada en estos términos: «Es lugar de reunión de personajes ilustres, de poetas, de científicos, de artistas; están en ella los mejores hombres de nuestro tiempo». Vemos por tanto que la fama de ciudad de conocimiento le viene de lejos, por eso Lorca, hablando de la cultura andalusí dijo: «Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una delicadeza únicas en el mundo».
Granada se convirtió en una de las ciudades más prósperas de Europa y llegó a contar, durante el siglo XV, con 165.000 habitantes[2] por lo que era la ciudad más poblada de Europa. Bajo el reinado de Alhamar se construyó el Palacio de la Alhambra (no lo que se ve ahora porque su aspecto actual se debe a Yusuf I y Mohamed V, en el siglo XIV).
En el Albaicín vivían los artesanos y la nobleza. La población ocupó la parte más baja hacia el sur, con grandes industrias, aduanas y la madraza (primera universidad que tuvo Granada, fundada en 1349 por Yusuf I). En El Realejo se asentó el barrio judío. Tenían una base sólida y económica. Estos tenían su barrio en la orilla izquierda del río Darro. Fueron identificados como «Garnata al-Yahud». Tras la Reconquista castellana, y la expulsión de los judíos, este barrio sufrió profundas modificaciones urbanísticas, y no se ha conservado casi ningún resto del barrio medieval, que debió contar con bellas sinagogas.


La Rendición de Granada a los Reyes Católicos en 1492 la sumerge de pronto en el mundo moderno. En un principio, el cambio no pretendía afectar más que a la cabeza del reino; un rey por otro rey. En este caso una reina. Las condiciones de la rendición fueron generosas y las personas encargadas de hacerlas respetar, sobre todo el arzobispo Hernando de Talavera, intentan administrar un mundo que les fascina y turba al mismo tiempo. Pero a partir de finales de 1499, con la aparición del Cardenal Cisneros, las Capitulaciones de Granada dejan de cumplirse, y empieza una etapa de represión y conversión forzosa.
En 1505 se traslada a Granada la Real Chancillería desde Ciudad Real, órgano jurídico fundamental, que se ocupaba del territorio de la Corona de Castilla al sur del río Tajo (las tierras al norte de éste estaban bajo la jurisdicción de la Real Chancillería de Valladolid). Esta institución será fundamental para el desarrollo de la ciudad y del Reino de Granada.

Cinco años antes surge el primer motín en el Albaicín y no pararon hasta que el ilustre Don Juan de Austria, en 1571, acabó con los moriscos sublevados en la Alpujarra y dio muerte a su rey, Abén Humeya o Don Fernando de Válor.
El exilio, la expulsión y la colonización por nuevos habitantes -procedentes del norte del país- preparó a la ciudad para la explosión religiosa contrarreformista que la convertiría en un permanente espectáculo barroco durante el siglo XVII.
No será hasta el siglo XIX cuando Granada experimente interesantes transformaciones en las que se mezclarán los espacios liberados por la Desamortización con los gustos franceses e ingleses en el tratamiento de parques, plazas y jardines. El Salón, la Bomba y otras plazas son el resultado de esta actividad, aunque para su construcción fuera necesario deshacer parte importante del antiguo trazado de la ciudad, como fue el caso de la construcción de la Gran Vía de Colón por la que se sacrificó el viejo barrio de la Mezquita Mayor.
En el siglo XX, Granada siguió deslizándose hacia el sur, hacia la vega, llegando a sobrepasar el frustrado intento de límite que se había proyectado con el Camino de Ronda. Un urbanismo desabrido y especulativo permitió la construcción de enormes bloques que se organizaron en torno a dos largos ejes paralelos: el Camino de Ronda y la calle Pedro Antonio de Alarcón. Ajenos a las tipologías habituales de la ciudad, los bloques se llenaron, en un vertiginoso proceso, de unos nuevos ciudadanos. Habían nacido los pisos de estudiantes. La trama se urdió de forma espontánea, densa y firme. De piso en piso, de bloque en bloque fluían relaciones que nacían al amparo de la conquista del desorden y generaban costumbres, usos y hábitos totalmente nuevos que ayudarían de forma importante a crear la ciudad que hoy es.