Historia
La cultura occidental debe mucho a los
antiguos griegos. El legado dejado por esa civilización repercute aún hoy, con
influencia en sectores tan distintos como la medicina, la geometría, la física,
la arquitectura y el teatro, entre otros.
Cuando el asunto es deporte
olímpico, las marcas se tornan todavía más evidentes. Si el planeta, desde
fines del siglo 19, celebra cada cuatro años el mayor evento deportivo de la
humanidad, eso solo es posible porque, allá atrás, hace más de 2.500 años, los
griegos lanzaron la semilla de las Olimpíadas.
Jura la mitología que los Juegos
nacieron por las manos del gran Hércules, todavía en la Era Antigua, alrededor
del año 2.500 a.C., para homenajear a su padre, Zeus. Hércules tenía plantado
el olivo de donde eran recogidas las hojas para adornar la corona a ser usada
por quien triunfase en las competiciones. El término "olímpico",
entre tanto, solo surgiría cerca de dos mil años después.
Los primeros registros históricos de
las Olimpíadas datan del 776 a.C., época en que los vencedores comenzaron a
tener sus nombres registrados. Fue en ese período que el término
"Olimpíadas" surgió, después que Iftos, rey de Ilia, se aliara al
monarca de Esparta, Licurgo, y al rey de Pissa, Clístenes. La alianza fue
sellada en el templo de Hera, localizado en el santuario de Olimpia. De allí
proviene el nombre "Olimpíadas".
Por medio de ese acuerdo, se creó una tregua,
considerada sagrada en toda Grecia, en el período en que se disputasen los
Juegos. Ese acuerdo era tomado tan en serio que, durante la Guerra del
Peloponeso (conflicto armado entre Atenas y Esparta, surgido entre 431 y 404
a.C.), los rivales dejaron las diferencias de lado para competir en los Juegos.
Un factor climático, entretanto,
limitó la realización plena de los Juegos en el 776 a.C. Un temporal se desató
sobre Olimpia e impidió que se disputara la mayoría de las pruebas programadas.
La única que se concretó fue una carrera por el estadio, ganada por un
cocinero, Coroebus de Elis. Al completar la distancia de 192,27 metros, el
mencionado se convirtió en el primer campeón olímpico de la historia.
ShutterstockLuego de los Juegos del
776 a.C., se acordó que las Olimpíadas serían realizadas cada cuatro años,
siempre durante los meses de julio o agosto y en un período de cinco días, con
pruebas abiertas a los griegos que fuesen ciudadanos libres y que nunca
hubiesen cometido crímenes. Durante las décadas siguientes, la competición ganó
fuerza y el número de modalidades llegó a diez, por el siglo 5 a.C., con
pruebas de carreras, lanzamiento de disco, pentatlón, carrera de bigas, carrera
de caballos, salto en largo, lanzamiento de dardo, boxeo, lucha y pancracio
(arte marcial antiguo que combinaba técnicas de boxeo y de lucha
olímpica).Shutterstock
En las competiciones eran vetadas
las mujeres, que no podían ni siquiera asistir a las disputas, con excepción de
las sacerdotisas de Démeter. Las mujeres, sin embargo, tenían un torneo propio,
disputado poco antes de las Olimpíadas, en el mismo estadio de Olimpia, y que
era bautizado Heraea, en homenaje a Hera, la esposa de Zeus.
La tradición de las Olimpíadas, sin
embargo, sufriría un duro golpe con la invasión de los romanos a Grecia, en el
456 a.C. El espíritu olímpico disminuyó con el pasar del tiempo y las
competiciones pasaron a ser encaradas como meros combates. Así, la última
Olimpíada de la Era Antigua fue realizada en el año 393 a.C.. El emperador
Teodosio I canceló los Juegos, tras prohibir la adoración a los dioses.
Terminaba allí un período de competiciones notables de la historia griega, con
293 ediciones de los Juegos Olímpicos antiguos.
El sueño de
Coubertin
Fueron necesarios cerca de 1.500 años para
que alguien tuviese la idea de rescatar una competición con los moldes de las
Olimpíadas de los griegos antiguos. Así fue que un pedagogo e historiador
francés tuvo la tarea de llevar adelante el sueño de que el mundo se pudiera
reunir de tanto en tanto en un gran evento deportivo.
ShutterstockNacido el 1º de enero de
1863, Pierre de Frédy, que se volvería conocido como el Barón de Coubertin,
tenía antepasados que recibieron títulos de nobleza del rey Luis XI. En 1567,
uno de sus familiares adquirió el Señorío de Coubertin, próximo a Paris y, a
partir de allí, la familia adoptó el nombre de la localidad para distinguirla.
Diplomado en ciencias políticas y
contrario a la carrera militar, el Barón de Coubertin se dedicó al intento de
reformar el sistema educacional francés. En 1892, presentó, en la famosa
universidad de la Sorbona, en París, un estudio titulado "Los ejercicios
físicos del mundo moderno", que ya demostraba su entusiasmo en el campo
deportivo. En la ocasión, expuso su projecto de recrear las Olimpíadas, pero la
idea fracasó.
Dos años después, el 24 de junio de
1894, en una convención realizada nuevamente en la Sorbona, con la presencia de
delegados de 13 países, el Barón de Coubertin obtuvo de Grecia una promesa que
acabaría por revolucionar el deporte al siglo siguiente: los griegos
concordaron en domiciliar la primera Olimpíada de la Era Moderna, en Atenas. A
partir de ahí, como se hacía en la antigüedad, la competición se realizaría
cada cuatro años.
ShutterstockEn aquella convención,
se formó el Comité Olímpico Internacional (COI), entidad de la cual el Barón de
Coubertin fue el primer secretario general ,y después el segundo presidente,
sucediendo al griego Dimítrios Vikélas.
La primera Olimpíada de la Era
Moderna se disputó entre el 6 y el 15 de abril de 1896, con delegaciones de 14
países, que sumaron 241 atletas. Compitieron en 43 eventos, de nueve
modalidades.
Desde entonces, los Juegos Olímpicos
fueron interrumpidos solamente durante los períodos de la Primera y Segunda
Guerras Mundiales, declaradas, respectivamente, entre 1914 - 1918, y, 1939 -
1945. La competición creció década tras década hasta convertirse en el mayor
evento de la humanidad, no solo en el deporte, sino a cualquier nivel,
reuniendo, desde los Juegos de Atenas, en el 2004, delegaciones de más de 200
países.
A pesar de que la frase no sea de su
autoría – en realidad se le adjudica a un obispo de Londres, que la profirió
antes de los Juegos de 1908 –, el Barón de Coubertin adoptó un lema que se
volvió famoso mundialmente: "Lo importante no es vencer, sino competir. Y
con dignidad".
Pierre de Frédy murió el 2 de
septiembre de 1937, a los 74 años, en Ginebra, y fue enterrado en Lausanne,
también en Suiza, sede del Comité Olímpico Internacional. Su corazón, sin
embargo, está sepultado en otro lugar, cuyo simbolismo resume el sueño que
persiguió e hizo realidad. El corazón del Barón de Coubertin reposa en Atenas,
capital de Grecia, en un monumento erguido en su homenaje, localizado en las
proximidades de las ruinas del Templo de Olimpia.