lunes, 24 de octubre de 2016

ANTHONY VAN LEEWENHOEK




Biografía de Anthony van Leeuwenhoek, nació el 24 de Octubre de 1632 en Delft, Holanda y falleció el 26 de Agosto de 1723 también el Delft. Anton van Leeuwenhoek fue un célebre científico que se destacó por sus valiosas observaciones bajo el microscopio. Leeuwenhoek fue miembro de Royal Society, donde realizó la mayor parte de sus investigaciones; además es reconocido por su aporte a la fabricación del microscopio, el desarrollo de la microbiología, la biología experimental y la biología celular.

¿Quién fue Anthony van Leeuwenhoek?
¿Quién fue Anthony van Leeuwenhoek? Sus padres fueron Philips Teunisz Leeuwenhoek y Margriete Jacobsdr van den Berch. Los padres de Anton eran comerciantes de tradición menonita que se desempeñaban en el comercio de cestas.
Cuando el pequeño tenía apenas seis años, había perdido a su padre y a sus hermanas; a partir de entonces, la vida del niño cambió radicalmente. En primer lugar fue enviado a un internado y luego pasó a vivir con un tío suyo, la madre se casó en segundas nupcias en 1640.
En 1653 Anthony fue enviado a Ámsterdam para que trabajase junto a un maestro dentro de un taller para tratar telas, este trabajo como aprendiz le permitió asentarse en el mismo lugar como cajero y especialista contable.
Se destaca de su biografía, Anthony van Leeuwenhoek tuvo su primer encuentro con el microscopio cuando tenía 21 años, este aparato en realidad era un lupa ubicada en un soporte simple que funcionaba como instrumento de trabajo a los comerciantes textileros; el objeto en sí aunque no era muy sofisticado, permitía aumentar el tamaño de la visión en unas tres escalas. En lo adelante, se dedicó a perfeccionar las cualidades de este aparato; por ende, de regreso a su ciudad natal construyó un pequeño instrumento que era capaz de ampliar partículas más diminutas que la cabeza de un alfiler, unas trescientas veces.

Los primeros ensayos de Leeuwenhoek constaban de la combinación de lentes convexas de tamaños diminutos, las cuales estaban perfectamente ubicadas sobre laminillas de latón; para usarlas era preciso mirar a través de ellas acercándolas mucho al ojo. El aumento que consiguieron sus lentes pasó rápidamente de 70 a 250 grados.
Las observaciones hechas por Anthony van Leeuwenhoek le permitieron demostrar la red de capilares descubiertas por Marcello Malpighi, este experimento consistía en observar la circulación de los glóbulos rojos a través de las membranas entre los dedos de una rana o las orejas de un conejo.
Entre 1674 y 1677, Leeuwenhoek había hecho el descubrimiento de espermatozoos humanos y de insectos; además era capaz de hacer una precisa descripción de la circulación de los glóbulos rojos. Para ese entonces el científico observó la saliva humana y el agua de los estanques, donde descubrió protozoos y bacterias, a los cuales dio el nombre de animálculos.
Vida de Anthony van Leeuwenhoek
La Vida de Anthony van Leeuwenhoek, fue un pionero de varias disciplinas que en la actualidad tienen un valor imponderable; sin embargo, su actividad científica se consolidó debido a su capacidad para crear un elemento de vital importancia investigativa en las ciencias como lo es el microscopio. Gracias a sus aportes, los avances en biología se incrementaron considerablemente desde el siglo XVII.

Anthony van Leeuwenhoek tuvo en sus manos las pruebas para oponerse radicalmente a la teoría de la generación espontánea, pues a partir de sus observaciones era imposible creer que los insectos que afectaban el grano pudieran surgir de la nada. En este sentido, demostró como se producía la vida a partir de minúsculos organismos que residían en el agua, el aire y otros elementos.
Sin embargo, el científico mantuvo la etapa de construcción de sus lentes de aumento en secreto por un tiempo, razón por la cual las investigaciones de las bacterias descubierta por Leeuwenhoek no comenzó sí no hasta el siglo XIX, ya con la aparición del microscopio compuesto; no obstante, el científico había descubierto espirilos, cocos, bacilos y otras bacterias en su época.
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jueves, 20 de octubre de 2016

¿COMO ES EL AMOR EN LA VEJEZ?



¿Cómo es el amor en la vejez?

El amor en esta etapa acepta la piel arrugada del otro, los problemas de memoria, la sordera, las pequeñas manías. ¿Hay rupturas en la vejez?
Hoy por hoy debemos reconocer que los adultos mayores están siendo reivindicados por una sociedad que cada día envejece y que está apreciando en “carne propia” los efectos de la estigmatización de la vejez. Estos cambios han influido en la imagen que las otras generaciones comienzan a tener del adulto mayor, como así mismo en la percepción que el propio adulto mayor está teniendo de sí mismo.
El amor está volviendo a ser importante en la vejez.
Esta nueva percepción está devolviendo al adulto mayor algunas capacidades, a las que había renunciado por una imposición cultural… una de estas es la capacidad de amar, amar románticamente, apasionadamente.

Era común esperar -tanto del hombre como de la mujer mayor de 60 años- que actuasen  según estereotipos preconcebidos vigentes en todas las épocas y que se representaban por conductas caracterizadas por la sensatez, mesura, realismo y serenidad. Por lo tanto, el adulto mayor no tenía permiso para enamorarse, según sus hijos, nietos y amigos y la sociedad. Enamorarse estaba fuera de lugar. Esta fuerte tradición cultural se ha modificado, por suerte.

Reconociendo que el deseo de amar y de ser correspondido es inherente al ser humano en cualquier momento de la vida, la etapa de la vejez no queda al margen de esta condición humana. Sin embargo, es evidente que  el amor en la vejez es más tranquilo, reflexivo, lejos de la pasión de la juventud, y que con mucha frecuencia se convierte en compañía, como lo muestra el excelente libro de Gabriel García Márquez, “El amor en tiempos del cólera”.
Cualquier persona puede vivir su última etapa de vida gracias al valor que aporta el amor, cultivar el amor en la tercera edad es un verdadero regalo, puesto que no existe mayor medicina para vivir feliz que la ilusión que aporta un corazón correspondido.
Es evidente que los adultos mayores han tenido más tiempo y oportunidades que los jóvenes para aprender a amar de verdad. Han aprendido a compartir también la enfermedad, los achaques, las despedidas de los hijos, la muerte de amigos, en fin, su paulatina disminución de actividad e incluso de fuerza, para apoyarse logrando una  comunión total. Es así como el  amor otorga al adulto mayor un sentido trascendente de la vida.

jueves, 13 de octubre de 2016

HISPANIDAD



«Hispanidad»:
historia y significación de la palabra

Discusión sobre la antigüedad y extensión del término Hispanidad.
Próxima la celebración, un año más, de la «Fiesta de la Hispanidad», quiero referirme al origen del vocablo, porque continuamente uno se tropieza en diversos escritos que la palabra tiene su principio en el vasco Mons. Zacarías de Vizcarra. Por poner sólo un ejemplo, resumimos lo que hemos encontrado en una de las enciclopedias consultadas: «El profesor español López Ibor define la Hispanidad, término creado por Monseñor Vizcarra...»{1} Pero esto no es cierto, como vamos a ver, porque es el propio monseñor quien lo desmiente en un escrito que publica en un semanario dirigido entonces por Juan Aparicio, antiguo jonsista, y que dice:
Origen del nombre y Fiesta de la Hispanidad
En varias oportunidades y en diversas revistas he aclarado conceptos inexactos o confusamente expresados que corren por los libros y la Prensa acerca de los orígenes históricos del nombre, concepto y fiesta de la Hispanidad, por atribuírseme a mí equivocadamente la invención material de ese vocablo, al mismo tiempo que se pasan por alto circunstancias históricas que señalan el punto de arranque del hermoso movimiento que se distingue con dicho nombre.
Fue mi gran amigo D. Ramiro de Maeztu uno de los primeros que me atribuyeron la creación del vocablo «Hispanidad» en su libro Defensa de la Hispanidad publicado a principios de 1934. El ejemplar que me envió a mi residencia habitual de Buenos Aires lleva esta dedicatoria autógrafa: «Al Rev. P. Zacarías de Vizcarra, creador del vocablo 'Hispanidad' con la admiración y la amistad de Ramiro de Maeztu». Y en la página 19 de la Obra se lee: «La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra».{2} [...]

Basta hojear los viejos diccionarios castellanos para encontrar en ellos esta palabra, aunque con diversa significación de la que ha recibido actualmente y con la esquela mortuoria de 'anticuada'. Así, por ejemplo, la quinta edición del Diccionario de la Academia publicado en 1817 dice así: 'Hispanidad, s. f., ant.' [...]. Tan antigua es esta palabra en su sonido material, que la encontramos en el Tratado de ortografía y acentos del bachiller Alexo Vanegas impreso en Toledo sin paginación, el año 1531 y conservado como preciosidad bibliográfica en la Biblioteca de la Real Academia de la Lengua. «De los oradores [dice Vanegas] Marco Tulio y Quintiliano son caudillos de la elocuencia, aunque no les faltó un Polión que halla hispanidad en Quintiliano{3} (segunda parte Cap. V)».{4}
Por su parte, Gustavo Bueno expone: «La idea de una Hispanidad centrada en torno a la cultura cristiana más tradicional (Zacarías de Vizcarra, en 1926; Ramiro de Maeztu, en 1934) es considerada por la 'izquierda' como expresión de la 'derecha más reaccionaria'; sin embargo, el término 'hispanidad' fue acuñado por Unamuno en 1909.»{5} El filósofo sigue aquí sin duda las noticias que ofrecía Jorge Lombardero en su artículo «Maeztu y la Hispanidad» (publicado en 1999, en El Basilisco, revista de la Fundación Gustavo Bueno), quien a su vez toma esa fecha de 1909 de Ernesto Giménez Caballero (ver la nota 24 de su artículo). Y en la revista electrónica El Catoblepas, número 5, pág. 19, julio de 2002, que dirige y realiza Nódulo Materialista, insiste mi buen amigo Jorge Lombardero Alvarez en el asunto, repitiendo que Unamuno, en 1909, habría escrito:
Digo Hispanidad y no Españolidad para atenerme al viejo concepto histórico-geográfico de Hispania, que abarca a toda la península ibérica.
Digo Hispanidad y no españolidad para incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que ha hecho el alma terrena y a la vez celeste de Hispania, de Hesperia, de la península del Sol Poniente.
Y quiero decir con Hispanidad una categoría histórica, por lo tanto espiritual, que ha hecho, en unidad, el alma de un territorio, con sus contrastes y contradicciones interiores. Porque no hay unidad viva si no encierra contraposiciones íntimas, luchas intestinas.
Aquí termina Jorge Lombardero la transcripción de lo escrito por Miguel de Unamuno, cuando lo cierto es que éste sigue diciendo:
La Hispanidad, ansiosa de justicia absoluta, se vertió allende de Océano, en busca de su destino, buscándose a sí mismo, y dio con otra alma de tierra, con otro cuerpo que era alma, con la Americanidad, que busca también su propio destino...
Sin embargo, este artículo de Unamuno que Jorge Lombardero manifiesta haber sido publicado en 1909, sin decirnos dónde, no apareció publicado hasta 1927 en una revista argentina{6}, recogido después en sus Obras Completas.{7} Lombardero dice asimismo que Mons. Zacarías de Vizcarra afirma que el descubrimiento no era suyo en un opúsculo editado por el Ayuntamiento de Zaragoza en 1946, pero ya hemos visto que antes así lo había reconocido en el semanario El Español, en octubre de 1944. De nuevo Lombardero en la revista El Catoblepas afirma también que el obispo Martínez Vigil ya habría utilizado ese vocablo en Covadonga en 1901. Sin embargo, el biógrafo de este obispo, el dominico P. José Barrado, nada comenta al respecto porque, según él, no encontró ningún indicio de que el prelado pronunciara nunca esa palabra que, por otra parte, el mismo Mons. Zacarías de Vizcarra ya nos indica que figura en la quinta edición del Diccionario de la Academia publicado en 1817.
Y volviendo a Miguel de Unamuno es muy posible que el ilustre vasco sea el primero que haya utilizado el vocablo «Hispanidad» en un sentido histórico y cultural «para quien designaba la unidad profunda del mundo hispánico, España y América del Sur. La base de aquella homogeneidad se encontraba, a juicio del pensador vasco, no en la raza, en la religión o en la realidad política, sino en la lengua castellana»{8}; en esa «lenguaje –dice Unamuno– de blancos, y de indios, y de negros, y de mestizos, y de mulatos; lenguaje de cristianos, y de ateos; lenguaje de hombres que viven bajo los más diversos regímenes políticos»{9}. De todas las maneras, hay quien también piensa que en ese mismo sentido el primero en utilizar el vocablo «Hispanidad» fue el portugués Antonio Sardinha{10} «precisamente, sí, un portugués, porque Portugal también es 'Hispania', aunque la idea de una comunidad hispánica de cultura se hala ya en autores como Rubén Darío, Santos Chocano o Menéndez Pidal».{11}
Decíamos también que Ramiro de Maeztu había escrito:
«'El 12 de octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad'.{12} Con estas palabras encabezaba su extraordinario del 12 de octubre último un modesto semanario de Buenos Aires El Eco de España. La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra. Si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como esta de la Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos?»

Pero Maeztu no nos aclara en qué año escribió Zacarías de Vizcarra el artículo al que hace referencia. Sin embargo fue el 17 de marzo de 1926 –año que ya apuntaba Gustavo Bueno– cuando lo escribe y cuando Vizcarra considera el vocablo en una doble acepción, una geográfica como conjunto de todos los pueblos hispánicos; y otra histórica y ética, que denominaba al conjunto de las cualidades a dichos pueblos. «En la primera acepción la Hispanidad abarca España y Portugal, de cuya acción evangelizadora surgió una comunidad de veinte naciones americanas configuradas en un mismo sentido social, político y religioso. La Hispanidad, en la segunda acepción, era producto del catolicismo.»{13}
Efectivamente, cuando Mons. Vizcarra habla de «mal titulado Día de la Raza», es porque en el mundo hispanoparlante son infinitas las razas que habitan en él, por lo que parece, más bien, una denominación incongruente. «Sólo podría aceptarse –dice Ramiro de Maeztu– en el sentido de evidenciar que los españoles no damos importancia a la sangre, ni al color de la piel, porque lo que llamamos raza no está constituido por aquellas características que pueden transmitirse al través de las obscuridades protoplásmicas, sino por aquellas otras que son luz del espíritu, como el habla y el credo. La Hispanidad está compuesta de hombres de las razas blanca, negra, india y malaya, y sus combinaciones, y sería absurdo buscar sus características por los métodos de la etnografía.»{14}
Por su parte, José Antonio Calderón-Quijano opina de esta manera: «No debemos en modo alguno hacer de la raza hispana un factor de superioridad en América. Nada más inadecuado que la denominación de 'Día de la Raza' a la fecha del 12 de octubre que lo es del Descubrimiento de América. La exaltación racial, y el concepto de supremacía racista en cuanto a América, resultaría altamente equivocado y no responde a la realidad.»{15}
Maeztu rechazó cualquier idea de carácter imperialista que viniera de la idea de Hispanidad. Para él el Imperio español era una Monarquía misionera, que el mundo designaba propiamente con el título de Monarquía católica. Otros, como Jaime Suárez{16}, en pleno ardor juvenil, «definió una vez la Hispanidad como la Revolución Nacional Sindicalista»{17}. Sin embargo, nada que se parezca a Imperialismo había en esta definición. El Imperialismo es otra cosa: es la actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política.
Aclarado el origen del vocablo «Hispanidad» veremos ahora quién fue el creador del «Día de la Raza», también conocida como «Fiesta de la Raza». Fue el asturiano, José María González, que firmaba con el seudónimo de «Columbia», quien nos cuenta que estando en Cuba en 1909 leyó en el Diario de la Marina de La Habana que el Estado de Illinois de los EE. UU. hacía festivo el 12 de Octubre como aniversario del Descubrimiento del Nuevo Mundo. En ese momento pensó que con más razón debieran hacerlo los cubanos y también «nuestra España». En este sentido se dirigió a Wifredo Fernández director de otro periódico de La Habana El Comercio, a quien conocía y a quien le expuso la idea. Idea que recogió el mismo periódico en un artículo que escribió el propio «Columbia», a la vez que se dirigía al periodista español Mariano de Cavia, colaborador del periódico madrileño El Imparcial, para que defendiera su idea, pero que al parecer no le atendió.
En 1911 se celebró en Asturias el centenario de la muerte del ilustre Jovellanos a cuya conmemoración vinieron desde Cuba muchos asturianos; los hermosos actos astur-americanos celebrados le recordaron a «Columbia» el artículo que dos años antes había publicado en La Habana y enamorado del ideal de unión hispano-amaricano le dolía que llegara a perderse la vibración de esa conmemoración por lo que decidió trabajar sobre una idea que tuviera carácter permanente. La ocasión la tuvo al año siguiente con motivo de celebrarse el Centenario de las Cortes de Cádiz. Allí acudió «Columbia» quien formuló su propuesta a través del Diario de Cádiz «que la publicó patrióticamente como artículo de fondo el 6 de octubre, en el número que reseñaba la velada parlamentaria conmemorativa del Centenario de las Cortes. Y así nació la 'Fiesta de la Raza'»{18}. Sin embargo, la fiesta cívica del 12 de Octubre recibió diversas denominaciones: los Estados Unidos instituyeron la fiesta con el nombre de «Día de Colón», también «Día del Desembarco»; el general Primo de Rivera, recogiendo una idea del embajador de la República Argentina, propuso que se llamara «Fiesta del Idioma», pero ese intento quedó sin efecto debido a que la Academia de la Lengua informó que no procedía cambiar la denominación porque la «Fiesta de la Raza» había sido ya consagrada con este título en «la legislación oficial de muchos países americanos y también porque al hablar solamente del idioma, quedarían excluidos Portugal y el Brasil, con los cuales se deseó siempre contar para asociarlos a la mencionada fiesta».{19}
En efecto, «aunque la palabra 'Hispanoamérica' no excluya la América portuguesa, es decir, Brasil, se suele utilizar cuando se quiere incluir de manera inequívoca a ésta el término Iberoamérica»{20}. Sin embargo, muchos cursis en España y fuera de ella suelen utilizar la expresión Latinoamérica o América Latina. A menudo lo vemos también en los titulares de algunos periódicos. Cuando escribo estas líneas, por ejemplo, uno de los diarios de mayor circulación en España al referirse a los presidentes de Méjico, Perú, Chile, Ecuador y Honduras los cita como presidentes de Latinoamérica. Este nuevo concepto aparece, según algunas opiniones, con objetivos político-culturales, en textos del colombiano José María Torres Caicedo y del chileno Francisco Bilbao, que escribían desde París. «Y aunque estos términos empiezan siendo utilizados como equivalentes o sinónimos de los entonces vigentes América Hispana o Hispanoamérica, lo cierto es que estos últimos dejan de emplearse poco a poco, a impulsos de un movimiento indigenista de raíz antiespañola, encabezado por Vasconcelos{21}, quien lo abandona para confesar, poco antes de morir, que 'parias del alma nos quedamos al renegar de lo español que había en nosotros'»{22}. Otros dicen que sin llegar a emplear la misma expresión, fue el economista y senador francés Michel Chevalier –que había viajado a los EE.UU., Méjico y Cuba– quien acuñó el vocablo «Europa Latina». Posteriormente su empleo «se empezó a prodigar entre 1861 y 1868 por seis autores franceses y dos hispanoamericanos residentes en Francia. Uno de ellos, l'abbé Domenech, la primera vez que empleó el término 'l'Amerique Latine' hubo de aclarar c'est á dire, le Mexique, l'Amérique Centrale et l'Amérique du Sud».{23}
Por su parte, Guillermo Cabrera Infante dice que es una aberración llamar latinoamericanos a los hispanoamericanos, y tiene toda la razón porque éstos no heredaron el latín como España, heredaron el español: «¿Desde cuándo está la Roma antigua en México? ¿Y en Buenos Aires? ¿Quién germinó esa aberración?», pregunta el escritor cubano. Para Cabrera quien introdujo el término latino fue un ministro de Napoleón III para justificar de alguna manera su intervención en Méjico: «Al pobre emperador Maximiliano, que pretendía ser Rey de México, lo fusilaron y su esposa Carlota murió absolutamente loca en Bélgica, cantando habaneras». Y Cabrera seguía haciendo preguntas y decía que en Paraguay los indígenas ofician el guaraní, pero «¿desde cuándo o desde dónde hablan esos indígenas el latín? O los indígenas de los dominios del enmascarado: ¿hablan los lacandones –que surgieron después de los mayas– el latín?»{24}
Así pues, algunos se las han arreglado para inventar eso de «América Latina» so pretexto, por ejemplo, de que en Haití se habla francés: Pero esto con ser malo no es lo peor, lo peor es que, como decía antes, algunos cursis dentro de España lo están utilizando y las Indias formaron siempre parte de la Corona de Castilla. Se integraron a ella como se unirían otras tierras a lo que más tarde llamaríamos España y que junto con aquellos países que hablan nuestro propio idioma llamamos sin más: Hispanoamérica que junto con España forman la Hispanidad.